¿Quién no ha entrado a una tienda o librería con artículos “cristianos” sin encontrarse con una taza para café con el inspirador versículo de Jeremías 29:11? Es posible que la gran mayoría de nosotros lo ha escuchado o leído en algún momento:
“Porque yo conozco los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza.” A lo que muchos, con buena razón responderíamos con un fuerte amén. Y yo diría que esta es una respuesta correcta a la palabra de Dios. Sin embargo, muchas veces olvidamos del contexto en el que los versículos fueron escritos, y que pueden cambiar la forma en la que entendemos pasajes como este.
Como seguidores de Jesús, la esperanza es parte fundamental del mensaje que llevamos. En Jesús hemos recibido la más impresionante esperanza que supera aún el poder de la muerte misma. Pero esta esperanza también nos hace posible ver el profundo dolor de nuestro mundo lastimado, caído y en tinieblas. Y es aquí donde encontramos un espacio muy similar al que vivía el pueblo de Israel cuando Jeremías les da esta palabra profética.
En el capítulo 29 de Jeremías, leemos como el profeta escribe una carta para los exiliados dónde les recuerda la esperanza que tienen en Dios, pero en definitiva las palabras de la carta no son lo que Israel quería escuchar en aquel momento. Jeremías les dice que El Señor ha hablado, y que deben asentarse en Babilonia, y hacer una nueva vida en la tierra de sus captores. Su tiempo en exilio no será corto.
«Edifiquen casas y hagan planes para quedarse. Planten huertos y coman del fruto que produzcan. Cásense y tengan hijos. Luego encuentren esposos y esposas para ellos para que tengan muchos nietos. ¡Multiplíquense! ¡No disminuyan!“
Jeremías 29:5-6
Y nosotros podríamos pensar: “Pero ¿qué hay de malo con esto? Suena como una vida larga, quizás hasta bendecida.” Sin embargo, esta es posiblemente una de las mayores desgracias que Israel podía haber escuchado en este momento. El Señor mismo les estaba diciendo que su sufrimiento en una tierra ajena no iba a acabarse pronto, que estarían por décadas entre los que les habían arrancado de su tierra y de su gente para llevarlos a la tierra más corrupta e idólatra de su momento.
Vivían en una ciudad poderosa y grande. El epicentro del mundo conocido. Pero también, el lugar que representaba todo lo opuesto a lo que Israel había sido llamada a ser. Si recordamos Génesis 11:1-4, Dios llama a Abraham de entre los pueblos que se han apartado de Él para crear una nación para Sí mismo, una nación que viva para la gloria de Dios y que sea apartada para Él como testimonio a las demás naciones. Pero a pesar de esto, los corazones de los israelitas ya habían empezado a vivir en Babilonia (separados de Dios y Su voluntad) desde antes de ser exiliados y Dios les envió allí como justo castigo por su pecado, pero Su gran amor por ellos no se había acabado. Como el Padre bueno, misericordioso y justo que Él es, tenía que disciplinar a su pueblo. Pero en medio de este tiempo, Dios seguía junto a ellos cuidándoles y aún dándoles un plan para sobrellevar el tiempo de cautiverio con la mirada puesta en la salvación del Señor.
Pero ¿cómo iban a sobrevivir en esta tierra de dolor y cautividad? Bueno, Dios a través de Jeremías le entregó algunos mandatos al pueblo de Israel en el exilio para sobrellevar el largo tiempo que aún les quedaba ahí y ser bendecidos a pesar de la desobediencia y pecado que los había traído hasta ese lugar.
1) Construyan su vida y su familia
Como leímos anteriormente (Jeremías 29:5-6) Dios les mandó a asentarse en la ciudad. Tendrían tiempo de construir casas, vivir en ellas, casarse, tener hijos y así hasta la tercera generación. Dios quería que su pueblo siguiera multiplicándose y siendo fructífero tal y como Él había dicho cuando bendijo la humanidad desde el principio (Génesis 1:28). El Señor les estaba dando la oportunidad de iniciar una nueva vida en medio del dolor y lo difícil del exilio.
2) Busquen el bienestar de la ciudad
Los babilonios habían destruido el Templo del Señor en Jerusalén, la ciudad había sido saqueada y gran parte del pueblo había sido llevado cautivo a Babilonia. El reino de Judá había caído. Yo creo que asentarse en una tierra extraña por tantos años fue menos difícil de procesar para Israel que este segundo mandato que Dios les dio (Jeremías 29:7). Bendigan esa ciudad y oren por ella… y aún más asegúrense de hacerlo porque su bienestar depende de que a esta ciudad le vaya bien. Dios estaba tratando fuertemente con la dureza de corazón que Su pueblo padecía. Era necesario que la ciudad fuera bendecida para que los israelitas fueran bendecidos.
3) Cuídense de los falsos profetas
El tercer mandato era clave para que Israel no perdiera la esperanza (Jeremías 29:8-9). Ya habían personas entre los que habían quedado en Judá que no temían a Dios y simplemente le decían al pueblo lo que quería escuchar, era cuestión de tiempo para que estas falsas enseñanzas llegaran a los exiliados. Dios estaba hablando a través de un profeta temeroso de Él para que las mentiras de otros no engañaran al remanente. Dios quería que ellos estuvieran alertas y que al cabo de 70 años, vieran la salvación que el Señor empezaría a obrar a su favor (Jeremías 29:10). El mensaje de parte de Dios era duro, difícil de aceptar, pero era clave para que Israel no solamente sobreviviera, pero que confiara en la promesa del Señor.
Este es el contexto de Jeremías 29:11. Confiar en la promesa de redención que Dios les había dado. Pero para nosotros, la esperanza es aún mayor. La Biblia dice que como cristianos nosotros no somos de este mundo. Somos peregrinos y extranjeros en una sociedad que no quiere tener nada que ver con Dios ni Su palabra (1 Pedro 2:11-12). Sin embargo, la enseñanza de Jeremías al pueblo en el exilio sigue siendo útil. Sigue construyendo tu vida con el Señor, permítele que guíe tus pasos y sigue adelante, busca el bienestar de la ciudad, y ora por ella, y cuídate de las falsas enseñanzas que pueden minar tu fe. Evalúa toda palabra con lo que escrito está y asegúrate de permitir que el Espíritu Santo te guíe a toda verdad.
Por último recuerda que además de los mandatos para una buena vida en el exilio, el Señor les recuerda en los versículos siguientes la promesa del Señor a Su pueblo:
“«Entonces ustedes me pedirán en oración que los ayude, y yo atenderé sus peticiones. Cuando ustedes me busquen, me hallarán, si me buscan de todo corazón. Ustedes me hallarán, y yo haré que vuelvan de su exilio, pues los reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde los arrojé. Yo haré que ustedes vuelvan al lugar de donde permití que se los llevaran.» —Palabra del Señor.“
Jeremías 29:12-14
En Cristo esta y todas las demás promesas del Señor se han cumplido. Así como los israelitas han vuelto (y siguen volviendo) a una tierra física de entre las naciones, hoy de todas las naciones Jesucristo está reuniendo al pueblo que le ama y que le busca de todo corazón para ser nuestra bendición, y nuestro camino a la patria Celestial. Él es la bendición completa de Dios para todas las naciones, Él es la esperanza que tenemos en la tierra del exilio.
Sin respuestas