Señor, enséñame a servir, no a ser servido; que no busque tanto que me sirvan como servir a mis semejantes; que en mi corazón anide esta oración:
«¡Señor, cómo anhelo que en mí despiertes el vivo deseo de imitarte: la toalla te ceñiste y a tus cercanos serviste!»
Señor, enséñame a servir y no buscar notoriedad ni el aplauso de aquellos a quienes sirvo, sino de tí escuchar un día:
«Bien, buen siervo, en lo poco has sido fiel, en lo mucho te pondré.»
Que en secreto y con nobleza me empeñe en dar a otros lo que a mí me gustaría.
Señor, enséñame a servir y entender que el camino del servicio incluye:
Una cruz, renunciación y quebranto; la misma senda que mi Salvador anduvo para enjugar mi llanto.
Ayúdame, Señor, a comprender que mayor es el que sirve que el que siempre es servido; que vaya yo por la senda de la vida quitando a otros los estorbos del camino y sanando toda herida.
Señor, enséñame a servir sin medir las recompensas, sin temer al menosprecio y la vergüenza, al oprobio o a la ingratitud humana.
Quiero, Señor, servir a los demás de buena gana, como si a ti mismo lo hiciera, y si en mi corta vida alguna vez traicionado fuera, ayúdame a recordar que fue eso lo que te llevó a a la cruz para darme vida.
Autor desconocido
Tomado de www.desarrollocristiano.com
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