En algún lugar entre lo santo y lo absurdo encontramos una criatura muy curiosa llamada Misionero.

Los misioneros vienen de distintos tamaños, pesos y colores, pero todos han sido enviados por el mismo Señor quien manda a todos a evangelizar. Los misioneros se encuentran en todas partes: saliendo, animando, lanzándose, regresando de haber estado, trayendo, soportando y tomando su lugar. Los cristianos los aman, algunos gobiernos los toleran, los padres los extrañan, los paganos los ignoran y Cristo los protege.

Misionero es la verdad con un eje partido en las manos, belleza con un niño enfermo en sus brazos, sabiduría con una Biblia en el bolsillo, y esperanza con Cristo en su corazón. Un misionero tiene la paciencia de un pescador, la audacia de un acróbata, el cuidado de un contador, la visión de un soñador, la fuerza de un constructor, la inteligencia de un maestro, la gracia de un comediante,  y cuando emprende alguna cosa, todo lo hace en oración. Le gustan las cartas familiares, los niños, predicadores, los misioneros en perspectiva, regresar de giras, las conferencias misioneras, los tratados, las imprentas, estaciones de radio, los traductores, los regalos, aviones, aldeas, estudios bíblicos, ciudades, cursos por correspondencia y librerías. No le gusta la promoción de alta presión, el papeleo, la devaluación del dólar, una fe a medias, la hipocresía y la discriminación.